2015/05/25

#hemeroteca #arquitectura | Toyo Ito: «El capitalismo ha llegado a un callejón sin salida»

Imagen: ABC
Toyo Ito: «El capitalismo ha llegado a un callejón sin salida»
El japonés, ganador del Pritzker en 2013, aboga por un regreso a los orígenes para crear comunidades rurales con más calidad de vida
Pablo M. Díez | ABC, 2015-05-25
http://www.abc.es/cultura/arte/20150525/abci-toyo-arquitecto-201505241917.html

El arquitecto japonés Toyo Ito (Seúl, 1941), que ganó el prestigioso premio Pritzker hace dos años, empezó su carrera en 1971 con un estudio llamado Urban Robot y ahora planea retirarse al campo, rodeado de naturaleza y alejado de la gran ciudad. Tan radical cambio resume a la perfección su evolución durante estas cuatro décadas, en las que ha alcanzado el éxito internacional pero también parece haberse desengañado con la homogeneización que ha traído la globalización.

Nacido el 1 de junio de 1941 en Seúl, cuando la Península de Corea era una colonia ocupada por el Ejército imperial nipón, Toyo Ito no aparenta sus casi 74 años por su rostro limpio de arrugas y su carácter jovial y desenfadado. Un espíritu que parecen contagiarle los 40 empleados, la mayoría jóvenes talentos, que pululan por las varias plantas que ocupa su estudio en un edificio funcional de Tokio cerca del famoso paso de peatones de Shibuya, probablemente el más transitado del mundo. Ataviado con una impoluta camisa blanca, que lleva por fuera, nos recibe en una sala donde los premios internacionales se apilan anárquicamente en sus repisas como si fueran los juguetes de un niño que se ha ido a merendar.

—¿Cómo ve la arquitectura contemporánea tras el impacto de la crisis?
—Después de 45 años construyendo edificios públicos y privados, para mí la arquitectura ya no se rige por las distintas crisis económicas que he sufrido, sino por otras influencias, como por ejemplo el tsunami de Japón en 2011 o el modelo de sociedad en que vivimos. Desde que empecé mi carrera, siempre imaginé una respuesta arquitectónica a la ciudad de Tokio, pero se ha vuelto tan grande que un arquitecto no puede involucrarse en ella ni siquiera cuando propone algún proyecto. El problema es que la globalización es tan grande que un arquitecto como yo no puede interactuar con la ciudad, que se ha vuelto algo aburrida.

—Pero ahora en Tokio hay muchas nuevas construcciones por los Juegos Olímpicos de 2020…

—Se están levantando muchos edificios y hay obras por doquier, pero no estamos implicados en esos proyectos porque son todos muy homogéneos. Hay una competición sobre los estadios y todos los arquitectos intentan aportar algo, pero no hay nada para nosotros porque las grandes compañías japonesas están copando los proyectos. Aunque Tokio está creciendo mucho, no hay espacio para proponer un nuevo estilo de vida. Las olimpiadas son una buena oportunidad arquitectónica, pero mucha gente piensa que son solo un medio para impulsar la economía.

—¿La globalización ha hecho que la arquitectura sea más diferente o más homogénea?
—La gente y las ciudades se están globalizando y volviéndose más homogéneas. No es un problema exclusivo de Tokio, sino de muchas otras ciudades, que ya no hay manera de reconocerlas. Por eso me estoy distanciando de las ciudades y centrando en pequeñas áreas rurales donde puedo desarrollar un nuevo tipo de arquitectura y un nuevo estilo de vida. Eso es lo que estamos haciendo en la isla de Omishima, al sur de Japón, en la prefectura de Ehime, donde no intentamos construir edificios, sino una comunidad. Tras abrir allí el museo Toyo Ito de Arquitectura en 2011, queremos revivir la comunidad y renovar las casas rurales con un proyecto que durará diez años y que propondrá una vuelta a la naturaleza y al modo de vida tradicional, basado en la agricultura y los viñedos de la zona. Nuestro objetivo es crear un lugar hospitalario donde la gente quiera vivir.

—¿A qué se debe ese gran cambio respecto a sus proyectos eminentemente urbanos, que tanta fama le han dado?
—La arquitectura es una herramienta del crecimiento económico, pero yo intento apartarme de ese concepto e involucrarme en proyectos donde pueda estar a gusto. De todas maneras, incluso así hay problemas. La globalización y el capitalismo están llegando a un callejón sin salida, como muchos economistas dicen, y hay que ir hacia un nuevo modelo económico en el siglo XXI. Los arquitectos también debemos adaptarnos a la nueva situación económica. En Japón, el primer ministro Shinzo Abe está intentando revitalizar la economía para que crezca al mismo ritmo que antes. Pero en la economía capitalista siempre hay uno que gana y otro que pierde, y en Japón ha desaparecido el concepto del «trabajo para toda la vida». Ahora hay más precarización y no se puede volver al sistema del pasado.

—Lo mismo parece estar ocurriendo en Europa. Después de haber trabajado en todo el mundo, ¿qué diferencias ve entre Oriente y Occidente?
—En este siglo XXI, las grandes ciudades atraen mucha población, lo que ha provocado la centralización de los países. Pero, aparte de mejorar la situación económica, no hemos encontrado el siguiente paso para ir a un próximo nivel, lo que está afectando a la energía de las ciudades. En Europa hay ciudades pequeñas, con una larga tradición histórica, que pueden tener su propio estilo de vida. El concepto de ciudad en Europa y Asia es diferente. Ahora, la gente en Tokio se da cuenta de que debe ir a una nueva etapa, como comunidades más pequeñas conectadas directamente con la naturaleza. Después de tanto desarrollo en las ciudades, la arquitectura debe volver a la naturaleza, a las raíces, en el siglo XXI.

—¿Qué recuerdo guarda de España, donde firmó varios proyectos, pero también sufrió el derrumbe del ladrillo y la implosión de la inversión pública, que dejó en ruinas su Parque para la Relajación en las salinas de Torrevieja?
—Lo mismo que ocurrió en Japón en los años 90, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, ha pasado luego en España y otros países desarrollados. Seguimos teniendo una pequeña oficina en Barcelona, pero los proyectos se paralizaron por la crisis. De todas maneras, aún queda personal allí porque tenemos otros proyectos en México. Y seguimos con el plan pendiente para un auditorio, que se empezó a construir y hasta se pusieron los cimientos. Aunque ahora está detenido, el proyecto tiene mucho potencial. A pesar de todos estos problemas, me gusta mucho España porque los arquitectos son respetados y valorados por la comunidad.

—¿Cómo se está llevando a cabo la reconstrucción tras el tsunami que barrió la costa nororiental de Japón en marzo de 2011?
—El Gobierno quiere recuperar la costa devastada, pero basándose en proyectos modernos y aplicando el mismo concepto que en las grandes ciudades, recurriendo a soluciones técnicas y volviéndolo todo más homogéneo. En esas áreas rurales, donde todavía hay muchos damnificados viviendo en refugios temporales, se quieren implantar modelos urbanos. Teníamos un proyecto en la ciudad de Kamaishi, pero no lo acepté porque el Gobierno central estaba presionando a las autoridades locales para seguir un mismo modelo urbano.

—¿Qué le parece la «Gran Muralla» contra tsunamis que se está levantando en 400 kilómetros de la costa?
—Es increíble que se esté construyendo ese muro, sobre todo porque la gente vive allí de la pesca y ya no puede ver el mar. El Gobierno utiliza el argumento de la seguridad, pero no funciona. Podemos ver motivaciones políticas tras la construcción de ese muro, que en realidad persigue aumentar las obras públicas para mejorar la economía.

2015/05/24

#libros #arquitectura | Doce enclaves del prerrománico

Doce enclaves del prerrománico / textos, Susana Rodríguez ; fotografías, Alejandro Braña
[Gijón] : Ediciones Nuevedoce, 2015
29 p. : principalmente il. bl. y n.
Arte prerrománico -- Asturias
Fotografía de arquitectura
TEXTO COMPLETO | Ediciones Nuevedoce | Suscripción previa
http://asturiaspordescubrir.com/  

Arquitectura Asturiana de los siglos IX y X


El contexto histórico en el que se sitúa esta Arquitectura Asturiana, como la definió Jovellanos por su singularidad, sencillez y originalidad formal respecto a la tradición visigoda inmediatamente anterior y a la románica, venida de Francia, inmediatamente posterior, es la Alta Edad Media, concretamente entre finales del siglo VIII y principios del X.

Está considerado el conjunto arquitectónico de esta época más importante de toda Europa y está formado por catorce construcciones de las que seis: el palacio de Santa Maria del Naranco, las Iglesias de San Miguel de Lillo, Santa Cristina de Lena y San Julián de los Prados, la fuente de la Foncalada y la Cámara Santa, desde finales de los años ochenta, están reconocidas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Su evolución y desarrollo está estrechamente ligado al de la Monarquía asturiana de este periodo y será consecuencia y testimonio directo de ese tiempo en el que, monarquía a monarquía, desde mediados de ese siglo VIII se fue consolidando el Reino de Asturias, política, territorial y socialmente hasta su cambio de rumbo, entrado ya el siglo X, con el traslado de la corte a León y con el fin de esta etapa de la Monarquía asturiana.

Tres reinados serán los que más claramente impulsarán esta arquitectura con soluciones constructivas y características estéticas y formales diferentes entre sí: el de Alfonso II entre el 791 y el 842, el de Ramiro I entre el 842 y el 850 y el de Alfonso III entre el 866 y el 912. El carácter de las construcciones que se conservan de los tres periodos, así como el de las que se tiene constancia escrita, será básicamente religioso a raíz de la fuerte cristianización que se va implantando y de carácter civil para uso de la corte.

La antesala de esta etapa de la Monarquía asturiana se centra en los primeros años del siglo VIII, cuando la sociedad astur se organizaba en agrupaciones campesinas gobernadas por jefes locales en un territorio disperso y de difícil geografía, romanizado en cuanto a vías de comunicación pero sin núcleos urbanos de población importantes y con un espíritu religioso aún de prácticas paganas y romanas en muchos casos. En ese momento en la Península Ibérica se vivía una realidad política y social fundamentalmente condicionada por la hegemonía del Reino visigodo de Toledo, ya desde el siglo V, y por el inicio en el 711 de las primeras expediciones a las tierras del norte de al-Andalus con intenciones de conquista. […]

2015/05/21

#hemeroteca #patrimonio | La romántica ciudad de las columnas rosadas al alba

Imagen: El País
La romántica ciudad de las columnas rosadas al alba
Parece mentira que Palmira, que se mecía en una paz que parecía ya eterna, sea atacada
Jacinto Antón | El País, 2015-05-21
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/21/actualidad/1432214149_447011.html

“El anochecer comenzó y ya casi no pude distinguir más que los pálidos fantasmas de los muros y columnas. Lo solitario de la situación, la serenidad del crepúsculo y la grandeza de la escena inundaron mi mente de pensamientos espirituales. La visión de una ilustre ciudad desierta, el recuerdo de tiempos pasados, la comparación con el presente, todo se combinaba para elevar mi corazón con sublimes meditaciones”. Este es el efecto que le causó Palmira, la antigua Tadmor, la novia del desierto, envuelta en el velo de su misterio, a uno de sus más ilustres visitantes y el que nos ha dejado un testimonio de mayor grandeza emotiva, Constantin François de Chasseboeuf de La Giraudais, más conocido por su seudónimo de Volney y hecho conde por Napoleón. Su libro “Las ruinas de Palmira o meditaciones sobre las revoluciones de los imperios” ofrece una reflexión sobre la decadencia de los poderes del mundo que cobra hoy una nueva, terrible actualidad, tras la irrupción del Estado Islámico en la vieja y sufrida ciudad caravanera nacida en un oasis alrededor de la fuente Efqa y demediada entre dos poderosos imperios, entre Roma y Partia, entre Occidente y Oriente.

Parece mentira que la otrora opulenta metrópoli —engordada en una gran ruta comercial entre el Golfo Pérsico y el Mediterráneo—, que desde hacía siglos, tras sufrir guerras, asedios y mil dramáticas vicisitudes, se mecía en una bien ganada paz que parecía ya eterna, vuelva a ser atacada como en su día lo fue por las legiones de Aureliano que aplastaron el sueño de Zenobia, esa reina que se decía descendiente de Cleopatra y desafió al imperio de Roma. Cuentan en Palmira que la soberana se bañaba en la fuente sulfurosa para mantenerse joven como una Erzsbét Báthory de las arenas.

Apenas hace seis años nos sentábamos Teresa, Xavier, Justo y yo como personajes sobrevenidos de Larry Durrell en un escalón del Tetrapylon al final de la impresionante avenida de columnas, respirando el excitante aire de la mañana y mudos de asombro ante el espectacular despliegue de belleza del área central de la ciudad, su lugar emblemático y más monumental. La tranquilidad, el silencio, la atmósfera de siglos acumulados entre la arena invitaba incluso entre gente mucho menos dada a la meditación que el viejo Volney a tener pensamientos grandes y nobles.

Nos alojábamos en el pequeño hotel Zenobia Cham, un establecimiento privilegiado en medio de las ruinas con capacidad para solo 20 viajeros que regentaba en los años treinta la célebre aventurera de origen vasco Marga d’Andurain, de la que se decía que había sido espía de Lawrence de Arabia y cabalgaba desnuda entre las piedras (a ella le dedicó un libro la escritora Cristina Morató, con la que viajábamos). ¿Qué será estos días de ese maravilloso hotelito en el que se alojaron en su día Agatha Christie —ahí se dice que acabó “Asesinato en Mesopotamia”—, Jean Giradoux, Alfonso XIII o la dolida viajera Annemarie Schwarzenbach? ¿Y qué habrá sido de los simpáticos habitantes del pueblo junto al yacimiento que nos invitaban a limonada y reían a carcajadas cuando nos probábamos los supuestos cascos romanos que vendían en las baqueteadas tiendas de souvenirs? El servicio de antigüedades sirio nos montó entonces una increíble velada dentro del recinto del templo de Baal Schamin, un conjunto tan impresionante como Karnak, y allí nos obsequiaron con té, dulces y cantos beduinos, de esos beduinos que hacían acrobacias en sus camellos ante nuestro autocar y que se denominaban orgullosamente Beni Zäinab, “los hijos de Zenobia”.

Uno de los momentos más maravillosos de mi vida fue el amanecer en aquellos inolvidables días de junio mirando por la ventana de mi habitación en la planta baja, la única del hotel, y contemplando embelesado como con la luz, en el aire diáfano del desierto, las columnas alineadas que parecían extenderse hasta el infinito adquirían su célebre tonalidad rosada. Parecía realmente, como han descrito tantos visitantes, la piel de una mujer, acaso la de la reina Zenobia, cuya belleza fue alabada en la antigüedad junto a su inteligencia (era una hábil política, muy culta y hablaba arameo, griego y egipcio) y su coraje: gran jinete marchaba al frente del ejército palmiriano, rico en arqueros y camelleros, y cuando Aureliano se enteró de que el Senado se mostraba irónico porque él organizara un triunfo para celebrar su victoria sobre la reina respondió: “Ah, si solo supieran con qué clase de mujer he estado luchando”.

La visión de las ruinas de Palmira, la de las diez mil columnas, la del delirio de las caravanas, es una de las mayores experiencias estéticas que se pueda disfrutar. Cuesta escribir “que se podía disfrutar”. Recorrer los 1.200 metros de la avenida principal flanqueda de sus hermosísimas columnas (en realidad antiguos pórticos), la Gran Columnata, como la bautizaron los arqueólogos, provoca un inevitable síndrome de Stendhal. La avenida, que corre de este a oeste y se acabó en tiempo de los Severos, era la principal arteria de la ciudad en época romana. Arranca de Arco Monumental y a sus lados se acumulan majestuosas ruinas de edificios: el santuario de Nebo, los baños de Diocleciano, el teatro, el Nymphaeum, la casa del Peristilo. Pasado el Tetrapylon entramos en la calle transversal, que nos conduce al Agora y a lo lejos al viejo campamento romano, avanzada contra los recalcitrantes persas. Palmira tuvo su época de oro en el siglo II, en época de Adriano, que la declaró “ciudad libre” —era tributaria de Roma desde Tiberio— y le permitió controlar ella misma sus finanzas.

Bajo el cielo eternamente azul, de un azul profundo, luminoso, las ruinas producen un efecto indescriptible de serenidad. Más allá de su belleza, el lugar es por supuesto un verdadero parque arqueológico de más de diez kilómetros cuadrados con numerosísimos puntos de interés. Al este Palmira está dominada por un promontorio rocoso sobre el que se encuentra el impresionante castillo árabe de Fakhr ed-Din, con la parte más antigua datada en el siglo XII. También fuera de la ciudad y sus muros están las necrópolis. En una de las colinas arenosas que rodean la ciudad pueden visitarse las impresionantes tumbas en torre que brotan de la tierra como colmillos oscuros, y junto a las que te podías retratar con un dromedario blanco. En el otro extremo, cerca del palmeral, descendimos a varias tumbas subterráneas en forma de T, con sarcófagos, relieves y policromías, como la de la familia Artaban —del siglo II, con 56 nichos—, o la llamada de los Tres Hermanos; algunas en curso de excavación por una misión japonesa. Se calcula que solo se ha excavado el 60% de Palmira.

El pequeño museo en la zona arqueológica estaba lleno de objetos sensacionales: esculturas —tan realistas—, relieves de camellos ricamente enjaezados, pinturas. Recuerdo un león del templo de la diosa Al Lat (excavado por los polacos del 74 al 81), una estatua del viejo Yarhibol (“el ídolo de la fuente”), sarcófagos atravesados por la extraña escritura palmiriana, tiaras con coronas de laurel (el tocado típico de la ciudad), un mosaico con el rey Odonato matando leopardos, altares en los que se quemaba el incienso a espuertas. Pero lo que conservo sobre todo en la memoria es la visión de una momia —cubierta por un manto bordado de seda de China— que se exponía y que me pareció allí en medio de aquel lugar portentoso un símbolo de la inmutable perennidad de la vieja Palmira. Estaba equivocado.

2015/05/05

#hemeroteca #arquitectura | Segunda oportunidad

Imagen: El País
Segunda oportunidad
¿Cómo sería Madrid si hubieran ganado los concursos de edificios públicos los segundos premios a lo largo del siglo XX?
Use Lahoz | El País, 2015-05-05
http://elpais.com/elpais/2015/05/04/eps/1430753484_449252.html

Cuando en una entrevista le preguntaron al arquitecto Rem Koolhaas qué cosas podrían llegar a enfurecerle de su profesión, respondió que lo más frustrante era el esfuerzo desperdiciado. “La enorme cantidad de talento que se pierde en los concursos, auténticos vertederos de inteligencia”. Y dudaba de que otra profesión tolerase algo tan insano.

Al hilo de esta constatación, y teniendo en cuenta que en la vida no solo cuentan los números uno, dos jóvenes proyectistas han inaugurado en el Colegio de Arquitectos de Madrid la exposición "Segundo premio" (se puede visitar hasta finales de junio), un homenaje a esos proyectos de los que nadie habla porque, al no ganar, cayeron en el olvido.

Una pregunta, ¿cómo sería Madrid si hubieran ganado los concursos de edificios públicos los segundos premios a lo largo del siglo XX?, ha servido a Paula García-Masedo y Gonzalo Pardo para crear una muestra en la que la derrota le echa un pulso al presente. “Hemos aprendido que los concursos han influido de forma determinante en la transformación de Madrid. Y, sobre todo, dos cosas muy significativas: que en todo este desarrollo arquitectónico la presencia de mujeres ha sido muy escasa (hasta los ochenta, Carmen Espegel y poco más), algo que en las últimas décadas ha cambiado. En segundo lugar, que hasta hace 10 años había muy pocos colectivos, mientras que hoy es al revés: hay más equipos que arquitectos en solitario. Además, se han incorporado extranjeros a la construcción de la ciudad, pues hasta los noventa Madrid la habían construido madrileños”.

Paula y Gonzalo proponen visitar ese Madrid ficticio haciendo un esfuerzo mental sustitutivo. Entre sus “segundos” favoritos destaca una preciosa y arriesgada Flor de Tuñón y Mansilla (que hubiera sido la Caja Mágica que ganó Dominique Perrault), algo así como una lata de coca-cola aplastada. Lo repaso admirado y me pregunto qué hará un estudio con un proyecto de esta magnitud. Llamo a Emilio Tuñón y oigo su risa: “Ah, los segundos premios… Unos dicen que los ganan los pragmáticos y los pierden los utópicos… Competir no es lo más importante. Los concursos son los I+D de las oficinas de arquitectos. Son un paso más, y esas joyitas las guardamos y a veces se reciclan o son el germen de otro edificio, el trabajo de investigación para futuros proyectos”. ¿Qué fue de aquella pista de tenis? “Devino en un banco para sentarse. Fíjate, de algo tan grande a algo tan pequeño, pero el año de los Juegos Olímpicos Londres estaba lleno de ellos… ya ves”.

Algunos edificios enriquecen la memoria y forman parte de un imaginario colectivo ineludible. La arquitectura da forma a las vidas de las personas, y los concursos, a la ciudad. “Hay algunos segundos premios mucho más famosos que los primeros”, recuerdan Paula y Gonzalo. Algo que podemos comprobar disfrutando de obras que nunca vieron la luz de dúos como Ábalos y Herreros, Tuñón y Mansilla, Corrales y Molezún y Pérez Pita y Junquera, arquitectos de primera que también quedaron segundos.
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